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1. Introducción
Este es el segundo estudio del libro de Joel. En el anterior estuvimos reflexionando en los primeros 14 versículos del capítulo 1. El texto de hoy gira en torno al mismo tema, la advertencia y anuncio de un castigo de Dios y un llamado al arrepentimiento. Es habitual en la literatura hebrea estos ciclos de repeticiones.
Esta profecía es anterior a la invasión de Asiria y de Babilonia, pero no sabemos mucho más del contexto, se desconoce cuándo pudo haber sido esa plaga y tampoco sabemos nada personal del profeta Joel.
Joel habla de una plaga que viene como castigo de Dios, una plaga de langostas, lo narra como un hecho insólito que nadie de los que vivían en aquella época habían conocido. Narra las consecuencias de todo ello, en su vida diaria, afectando a las actividades del templo (1.9) y a su alegría, que se cambiaría en llanto (1.8). El trigo, las vides, los árboles y las personas que vivían de ello (agricultores e incluso los borrachos) están afectados, pero también los sacerdotes (1:11-13). Hay por tanto una llamada al arrepentimiento, como la veremos en el texto que vamos a ver hoy.
No se dice el pecado por el cual Dios les castiga. Podemos imaginar que pudo haber sido la idolatría, la desatención de los pobres, las injusticias. Fueron cosas que durante la época en la que se escribió seguro que estaban presentes, pero realmente el texto no dice nada.
2. Aquél día (1:15-20)
15 ¡Ay del día! porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso. 16 ¿No fue arrebatado el alimento de delante de nuestros ojos, la alegría y el placer de la casa de nuestro Dios?
17 El grano se pudrió debajo de los terrones, los graneros fueron asolados, los alfolíes destruidos; porque se secó el trigo. 18 ¡Cómo gimieron las bestias! ¡Cuán turbados anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvieron pastos! También fueron asolados los rebaños de las ovejas.
19 A ti, oh Jehová, clamaré; porque fuego consumió los pastos del desierto, y llama abrasó todos los árboles del campo. 20 Las bestias del campo bramarán también a ti, porque se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumió las praderas del desierto.
** ¿Cuál es ese día? (v.15)
Es el día de Jehová, o de YHVH, lo que se refiere en el v.15 y luego también en el capítulo 2:1 y 11. Todo este texto está en torno a este día, al cual también se le llama día de nubes y de tinieblas (2:2).
No es el único profeta que habla del día de Jehová. Se habla de este día como día de castigo para Israel
- Amós 5:18. ¡Ay de los que anhelan que llegue el día del Señor! ¿Para qué quieren que llegue el día del Señor? Será un día de tinieblas, y no de luz.
- Sofonías 1:17. Guardemos silencio en presencia de nuestro Señor y Dios. Ya está cerca el día del Señor. Ya el Señor ha preparado el sacrificio, y ha purificado a sus convidados.
- Zacarías 14:1. Jerusalén, ya viene el día del Señor, y en tus calles serán repartidos tus despojos.
Pero también día de castigo para otras naciones:
- Abdías 1.15. Ya está cerca mi día contra todas las naciones, y lo mismo que hiciste se hará contigo; ¡sobre ti recaerá lo que mereces recibir! (Edom)
- Isaías 13:9. ¡Viene ya el terrible día del Señor! ¡Día de ardiente ira e indignación, que hará de la tierra un páramo, y que raerá de ella a los pecadores! (Babilonia)
- Jeremías 46:10. ¡Ese día es del Señor, el Dios de los ejércitos! ¡Es un día de retribución, para vengarse de sus enemigos! ¡La espada se hartará de matar! ¡Se embriagará de la sangre del enemigo, que será una ofrenda para el Señor, Dios de los ejércitos, en la tierra del norte, a orillas del río Éufrates!
¿Cuándo será ese día? Con el cumplimiento de las promesas de restauración y del reino de Dios, el juicio va a su lado. Por un lado, aquel día llegó con Asiria cuando arrasó Israel del norte, también llegó con Babilonia cuando destruyó Judá y Jerusalén. También llegó cuando cayeron esos grandes imperios, incluyendo la misma Asiria, Babilonia, Persia, Roma, Grecia. También se cumplió con Jesús, porque el juicio de Dios también se manifestó en él, siendo inocente, cargó con el castigo de nuestro pecado.
Pero queda su juicio final. Los capítulos 17 y 18 nos hablan de la caída de Babilonia, y los capítulos anteriores en general del juicio de Dios en la tierra. Al igual que la promesa, que ya se está cumpliendo, pero queda la esperanza final, también pasa con el juicio. Se ha cumplido en diferentes momentos de la historia, pero nunca ha sido el definitivo.
Y es que hay una cosa en la que tenemos que pensar, todo lo bueno que esperamos va acompañado del juicio, porque también eso es bueno, aunque nos cueste verlo. En el nuevo principio no puede quedar nada de lo antiguo. Todo lo que es malo tiene que ser juzgado, destruido y terminado, si no, si queda algo contaminado, volvería a expandirse por todo lo creado. De ahí que todo tiene que ser un nuevo comienzo, nuevas vidas, nuevo cielo y nueva tierra.
** ¿A quién clamamos? (v.19)
En medio de todo este ambiente de destrucción, ¿a quién vamos a acudir? El profeta se dirige a Dios y le clama (v.19). Este clamor es un grito y un quejido. No necesariamente con palabras, aunque también. Porque a fin de cuentas, Dios sigue siendo responsable de su creación y de las naciones, ¿a quién vamos a acudir?
Cuando vemos el devenir de este mundo, podemos clamar a los que creemos responsables: nuestros hijos rebeldes o la juventud de hoy, los políticos, la falta de policía, la corrupción, las nuevas generaciones perdidas, la desobediencia, los músicos que influencian, las películas y series, las redes sociales, los que estropean el medio ambiente, las grandes empresas capitalistas. Los otros, siempre los otros. Todo ello indudablemente forma parte de lo que va degradando la sociedad. Pero finalmente, ¿a quién clamamos?
En aquellos tiempos seguro que hubo una respuesta “científica” a la plaga de langostas. Las que existen ahora tienen su explicación. Pero ¿es que no sigue siendo Dios responsable de lo que sucede en este mundo? ¿No sigue siendo el creador y el que lo gobierna? Por un lado, los desastres los causamos nosotros, y los humanos son responsables de ellos, pero por otro lado, Dios no ha dejado de tener el control.
Por eso, es bueno recordar que en medio de toda circunstancia, nuestra voz, antes que empezar a culpar a todo el mundo, debe dirigirse hacia Dios y clamar por lo que está pasando. Clamar en incomprensión, clamar por la maldad y por el sufrimiento que nos rodea.
Dios a veces nos tiene que llevar a momentos donde solo nos queda eso, clamarle, donde no tenemos nadie más a quien acudir o en quien descargarnos, sólo él.
3. La plaga (2:1-11)
1 Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano.
2 Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra; como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en años de muchas generaciones.
3 Delante de él consumirá fuego, tras de él abrasará llama; como el huerto de Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado; ni tampoco habrá quien de él escape. 4 Su aspecto, como aspecto de caballos, y como gente de a caballo correrán. 5 Como estruendo de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como sonido de llama de fuego que consume hojarascas, como pueblo fuerte dispuesto para la batalla. 6 Delante de él temerán los pueblos; se pondrán pálidos todos los semblantes. 7 Como valientes correrán, como hombres de guerra subirán el muro; cada cual marchará por su camino, y no torcerá su rumbo. 8 Ninguno estrechará a su compañero, cada uno irá por su carrera; y aun cayendo sobre la espada no se herirán. 9 Irán por la ciudad, correrán por el muro, subirán por las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones.
10 Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. 11 Y Jehová dará su orden delante de su ejército; porque muy grande es su campamento; fuerte es el que ejecuta su orden; porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?
** Tocar trompeta (2:1 y 15)
Las trompetas se tocaban en varias ocasiones. Para reunir al pueblo, para alarma ante algún peligro, para hacer mover al pueblo en el desierto (Números 10:1-10).
Vuelvo a mencionar Apocalipsis, porque también recoge la idea de trompetas, porque Juan también habla de la alarma ante la guerra contra la sociedad, contra Babilonia. Además, una de las trompetas tiene que ver con una plaga de langostas, de las que curiosamente también se dice que tienen forma de caballo (Ap 9:1-11).
Las trompetas tenían la misión de que las personas se prepararan y que reaccionaran, salieran de su vida cómoda para hacer algo. ¿No tendremos nosotros ahora la misión de seguir dando esta alarma?
Es cierto que en ocasiones vemos imágenes, sobre todo que vienen de Estados Unidos, de hombres en la calle anunciando la destrucción. No creo que sea esa la forma de advertir a las personas y llamar al arrepentimiento, pero tampoco tenemos que olvidar que la advertencia sigue vigente para los humanos, y ahí están las trompetas de Apocalipsis que siguen siendo un llamado al arrepentimiento.
Tenemos que proclamar cómo va este mundo y ver lo peligroso de seguir su camino. El mundo se pone en peligro cuando se aleja de Dios, la sociedad se va pervirtiendo, según está descrito en Romanos 1. Y podemos dar voz de alarma y de esperanza.
** Descripción de la plaga
El ser humano tiene la ilusión de poder controlar la situación de cualquier cosa que pase. Sin embargo, la experiencia nos debería decir que eso no es posible. Hace unos pocos años vivíamos más o menos tranquilos, si se puede decir, y un bicho diminuto (COVID) trastocó nuestras vidas. Durante uno o dos años nos sentimos impotentes y frágiles, porque poco podíamos hacer para enfrentarnos a algo que no veíamos.
Algo parecido sucedió en aquellos momentos. ¿Con qué armas lucharían contra un ejército de insectos? Ni si quiera encerrarse podía ayudarles, porque se metían en las casas por cualquier rincón. Su llegada tuvo que haber dado un miedo espantoso, porque el ruido que hacen al volar tantas langostas juntas parece ser que da miedo. Si nos molestan unas pocas moscas, ¿cómo hacer frente a una plaga de estas? Lo destruyen todo y uno no puede sino matar a unas pocas.
La descripción que hace del cambio de paisaje es brutal: para aquellas langostas, Israel era como el huerto del Edén, pero tras de sí, dejaron un desierto seco del que no se podía sacar nada, donde la vida no es posible (v.3). Y allí donde no temieron a Dios, acabaron temiendo a las langostas (v.6). La situación será caótica y descrita como un lugar de oscuridad y tinieblas (v.10) y la realidad no se podrá soportar.
No sé si voy a ir muy lejos con esto que voy a decir, pero lo que aquí se representa de una forma física, puede ser una realidad de lo que sucede a las sociedades y a las personas: sequedad, falta de vida, miedo, oscuridad y finalmente no pueden soportarlo y humanamente no hay solución para ello. De un Edén, de un paraíso que podemos ser, nos convertimos en desiertos.
Si bien es cierto de que estoy hablando de algo que no es una plaga enviada por Dios, no me atrevo a decir lo que está haciendo o no Dios en este momento, la situación caótica que se describe me parece muy cercana a lo que veo reflejado en algunas vidas que he visto en mi trabajo, que me cuentan otras personas o que a veces veo reflejadas en alguna película o serie.
¿Es capaz Dios de revertir todo esto? Cuando Dios crea el mundo, en medio de caos, del vacío y de la oscuridad, él forma el orden, la luz y lo llena todo. Si lo hizo en la creación, lo puede hacer nuevamente con las personas que están en este mundo caótico y en una situación personal caótica. Lo puede hacer contigo: luz, orden, plenitud.
4. Volver a Dios (2:12-17)
** Volver (v.12)
12 Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento.
Como en el texto anterior que vimos la otra vez, un llamado a volver a Dios. Si bien no sabemos los actos que cometían, lo que sí sabemos es que su corazón se había alejado de Dios. Porque todo empieza por la mente y el corazón, el cuerpo las manos, los pies y cualquier otro órgano sigue lo que dicta la mente y la voluntad. Son síntomas desastrosos.
¿Qué es lo que tiene que cambiar? Claro que tiene que cambiar las cosas que hacemos, pero nunca cambiarán del todo si el corazón no lo hace primero: “covertíos a mí con todo vuestro corazón”.
Los actos físicos de arrepentimiento están bien sólo si provienen de un corazón que de verdad está dolido por lo que ha pasado en nuestro interior. Esto es algo muy importante, porque cuando nos miramos a nosotros, o miramos a otros, ¿qué es lo que buscamos verdaderamente).
Volver es algo que no nos gusta pensar, es tener un corazón sumiso a él y no rebelde.
** Quién es Dios (v.13)
13 Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.
Cuando leemos los profetas y la realidad del juicio, podemos malentender quién es Dios. La proclamación continua de Dios es su misericordia y su paciencia, y su deseo de serlo, de hecho su alegría y gozo por ser misericordioso. La imagen de un Dios que se resigna a perdonarnos es errónea, no es un Dios que nos soporta, sino que nos acoge y nos va a buscar. De ahí que los profetas fueron a hablar continuamente a su pueblo.
Es la visión del hijo pródigo. Cuando aquél hijo volvió, el padre corrió a acogerlo, haciendo muy fácil el perdón. Y cuando el hijo mayor también se alejó, también fue a por él.
El arrepentimiento difícilmente viene sólo por el temor al castigo, se complementa con el Dios que se mueve a recoger lo que se ha perdido. Y este mensaje tiene que calar cuando hablamos de Dios, un Dios que quiere restaurar y que se alegra de hacerlo.
** La ofrenda (v.14)
14 ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios?
¿Cuál sería la mayor bendición que Dios podría darles? No iba a ser tan sólo que iban a tener qué comer, qué beber, que desaparecería el temor, que volvería la luz y el paisaje diario al que estaban acostumbrados.
Lo que volverían a tener era ofrenda para dar a Dios. Porque la vida más que en sobrevivir, consiste en dar y en ser generoso. Dios no necesita nada de nosotros, lo que quiere es que nuestro corazón sea generoso y vivir compartiendo.
Cuando los israelitas daban ofrenda, no es como lo hacemos ahora. Damos un dinero y eso se queda ahí y alguien lo administra y esperamos que sea de ayuda a otros. O a lo mejor lo damos nosotros directamente a alguien que lo necesita.
Cuando los israelitas llevaban ofrendas, era una ceremonia, en la que había adoración. Lo hacían en forma de animal o de cereales, se asaban o se cocinaban, parte se comía y parte quemaba completamente, otra se daba a los sacerdotes. Pero nuevamente tenemos un encuentro comunitario de alegría. Ofrendar era dar, compartir y adorar.
¿Qué es que Dios nos bendiga? Tener la posibilidad de dar y de ser generoso. Que Dios nos bendiga es que nos ofrezca la oportunidad de adorarle, de vivir para él.
** Llamado comunitario (v-15-16)
15 Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. 16 Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia.
¿Cómo estamos como iglesia? Cuando las cosas van mal ¿de quién es la culpa? ¿¿Quién tiene que hacer algo? La Biblia, Dios, nos enseña que muchos problemas son de todos, no de unos pocos.
Nehemías oró pidiendo perdón incluyéndose él. Quizá él no hizo muchas cosas de las que llevaron a Dios a castigar a Jersualén y destruir la ciudad, pero se sabía parte del pueblo y oró utilizando un plural: 5 Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; 6 esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado (Nehemías 1:5-6)
Y en este caso no había excepciones, hombres, mujeres, niños, ancianos e incluso los recién casados que están “retozando”. En tiempos de guerra, un hombre recién casado podía estar exento de participar para que pudiera disfrutar de su familia, pero aquí no había excepción. Todos tenían que reconocer ante Dios y clamar.
No es tiempo de acusarse unos a otros, eso no da resultado. Tirarnos piedras entre unos y otros para ver quién tiene la culpa de lo que sucede no nos lleva a otro sitio sino a una situación peor. Asumir entre todos nuestra condición de humanos y pecadores lleva a un camino más adecuado.
** ¿Dónde está su Dios? (v.17)
17 Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?
Antes de las conclusiones dos aspectos finales. En primer lugar, alejarnos de Dios y no someternos a él es finalmente estar sometido a otra cosa. Como pueblo y como personas. ¿A qué acabas sometido? Sabemos de las adicciones, ¿Estamos bajo el dominio de las naciones?
En segundo lugar, se notará que Dios no está con nosotros, y la gente preguntará: ¿dónde está tu Dios? Con toda lógica, porque lejos de él no lo reflejamos. Dejamos de ser luz.
5. Conclusiones
No quiero terminar con un tono de desesperanza y desaliento. El llamado de Dios a volver a él sigue vigente. Me explico, no quiero decir que nuestra situación personal como de iglesia es igual a la que sucedía en este momento, ni mucho menos. Desconozco cómo estamos.
Pero en el progreso de nuestro crecimiento, aún tenemos tendencia a alejarnos de él, aunque las consecuencias no sean las mismas para nosotros o aunque ese alejarnos no sea como lo hicieron ellos.
Por eso, en nuestras luchas y proceso, tenemos que seguir “volviendo a Dios”, en el sentido que nos orienta este texto: reconocimiento de quien es él, restaurando el proceso de dar y de adorarle, para que en vez de que digan ¿dónde está tu Dios? Puedan ver a Dios en nosotros.
¿Cómo es ese camino? Reconocimiento progresivo. Con esto me refiero al ayuno y al lamento. No creo que debamos estar llorando por los rincones todo el tiempo, pero lo que hizo el profeta fue un llamado que llevaba su tiempo. Uno no puede decir así sin más ser otra persona, y el ayuno es algo que no se hace en media hora, sino era una cuestión de más tiempo, en el que se ponía a las personas en reflexión sobre su vida, momento en los que Dios puede hacer algo.
El ayuno es ponernos en dependencia de Dios. Interrumpir las actividades diarias, incluso la comida si hace falta, para acudir a él, y mejor aún si lo hacemos en compañía. Es a través de esos momentos en los que Dios va a ir transformando poco a poco a su pueblo.
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