21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: !!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
26 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Cinco reflexiones acerca de la renuncia:
Me gustaría compartir de forma breve algunas implicaciones de lo que significa renunciar a uno mismo según el contexto de estas palabras de Jesús. Las palabras de nuestro maestro surgen de una reacción de Pedro cuando intenta apartarle del camino que Jesús mismo estaba anunciando sobre su cercana muerte y resurrección.
Estas son las reflexiones:
- No llevar la cruz, no renunciar a uno mismo es ser tropiezo para Cristo (v.23). Pedro estaba comportándose precisamente de forma contraria a lo que Jesús enseñó, y asimismo estaba entorpeciendo la obra de Jesús. Es decir, eso de “negarse a uno mismo” no tiene que ver sólo con “uno mismo” (valga la redundancia), con las consecuencias que tiene para mí, sino que tiene que ver con el reino de Dios. Pedro le dice a Jesús que no se niegue a sí mismo, que no muera en la cruz, sino que tenga compasión de su propia persona. Pero eso es un tropiezo, es adoptar la situación de adversario, y por tanto de ser obstáculo para el desarrollo del reino de Dios. Y es que este se fundamenta en la renuncia cotidiana de sus ciudadanos, precisamente en no mirar hacia uno mismo, sino hacia Dios y hacia el otro (el prójimo).
- Pensar en no negarse, es tener la postura que suele adoptar este mundo . En él, las cosas no se consiguen negándose a sí mismo. De hecho, vivimos en una sociedad de reclamo egoísta de derechos. Es curioso que lo que le pide Pedro es: “ten compasión de ti”. Es decir, ponte a ti en primer lugar. No está nada lejos de lo que se piensa hoy en nuestro siglo y nuestro lugar; Jesús le dice: “miras donde miran los hombres y no donde mira Dios”. Cristo no tenía compasión de sí mismo, sino por nosotros.
- No renunciar es tomar la decisión de no aprender de Cristo, rechazar una de sus bases primordiales para vivir como él vivió y por lo tanto, no poder contribuir a la edificación del reino ahora (v.24). Más importante que actividades o ministerios, es la disposición a ser un alumno de Cristo, y ser capaces o al menos esforzarnos en renunciar como él nos enseña. Entonces aprendemos como él vive.
- La renuncia es aceptar que el esfuerzo de salvarnos nosotros a nosotros mismos no nos lleva a ningún lado (v.25). El reino no consiste en competir, en obtener cosas por medio de nuestro esfuerzo, sino en la gracia: dar al otro y también aprender a recibir, y sobre todo dar a Dios y aceptar de Dios. Por eso, la renuncia es una forma fantástica de vivir, porque implica esta doble realidad, me doy y acepto con humildad que son otros quienes me cuidan.
- Por último, la renuncia pone el énfasis en lo que de verdad tiene valor. El acaparar, el compadecernos de nosotros mismos nos hará perder el rumbo sobre lo que verdaderamente importa. Si no renunciamos, viviremos preocupados por lo material, por lo que dirán de nosotros, y eso nos llevará a perder nuestra alma. El valor como persona, de nuestras vidas, se recupera cuando renunciamos a obtenerlo. Nuestra identidad está más en que el otro, y sobre todo Dios, nos reconoce y valora por puro amor, no por lo que nosotros hayamos llegado a acumular en materia o prestigio.
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