Las crisis personales

El evangelio nunca se ha extendido por el mundo sin crisis de por medio. De hecho, Jesús las provocaba con su presencia. No tenemos sino que ver los efectos que provocaba cuando se encontraba con individuos o grupos. Él mismo enfrentó una crisis ante su entrega en la cruz y referente a eso enseñó, utilizando la imagen de las semillas, que si el grano no cae a la tierra y muere, no lleva fruto (Juan 12:24).

En el libro de Hebreos se habla del proceso de crisis como un tiempo no solo  de expansión del evangelio, sino de madurez individual y comunitaria. Hace alusión a la disciplina,  y no solamente como corrección, que puede ser, sino también como el proceso de aprendizaje a través de dificultades y de exigencias. El contexto de la carta es el de un grupo de lectores que está sufriendo presión por ser seguidores de Cristo, y el escritor habla que esta es una crisis que podría resultar en crecimiento para ellos (Hebreos 12:7-11).

Las crisis en las comunidades

No sólo como personas necesitamos crisis, también como comunidades. Si hacemos un seguimiento a cómo se extendió el evangelio después de la resurrección de Cristo, no veremos sino continuas dificultades que provocaban que el evangelio se propagara por todo el imperio romano. Los romanos y judíos, intentando sofocar este “nuevo movimiento”, perseguían a sus miembros y eso era lo que usaba Dios para que su palabra fuera conocida en todo lugar habitado.

Incluso una trifulca entre dos hombres tan importantes como Pablo y Bernabé provocó que los dos se fueran por caminos distintos y por tanto se rompieran más barreras a la hora de llevar a Cristo hacia direcciones contrarias

En la historia de Israel, podemos ver también cómo Dios llevaba a su pueblo con dureza a lugares en los que luego los podía consolar y restaurar, ya que antes eran incapaces de escucharle (Os 2:14-20). Las comunidades no sólo predican el evangelio por las crisis, sino que también maduran a través de ellas.

Evitando crisis

Por tanto, es una verdad bien sabida que, al menos en este mundo presente, sin crisis no hay crecimiento. Sin embargo, nos empeñamos tanto en evitarlas que incluso a veces lo conseguimos, por lo menos por un tiempo,  pero probablemente provocando otra crisis diferente, puede que a veces de peores consecuencias y resultados.

El caso es que en este ejercicio que hacemos de control de crisis, puede que en el fondo podemos  estar evitando crecer y madurar como comunidad de Dios, y en este esfuerzo retrasemos el trabajo que Dios quiere hacer en nosotros. 

Es cierto que Él no nos llama tampoco a provocarlas. Ellas vienen solas por distintos caminos, inesperadamente a veces, otras se van viendo venir. Nuestro buen hacer es vivir siendo conscientes de que vendrán y tomando la decisión de vivir en gracia y verdad a través de ellas, ejerciendo nuestra fe sabiendo que es Dios quien nos ha puesto en ese lugar.

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