La persona que vive en la presencia de Dios, es aquella que es consciente que su vida está conectada con la de los demás.  Las cosas que hace afectan a otros. Por tanto hace lo posible para que sus actos no causen daño. Más aún, se pregunta cómo puede hacer el mayor bien posible (justicia).

El que vive junto con Dios, al hablar consigo mismo, no desfigura la realidad, sino que busca entender la verdad aunque eso implique que haya aspectos de ella que le desagradan. Por eso suele preguntar más que afirmar. Su punto de partida no es:  “voy a pensar esto hasta que alguien me demuestre lo contrario”, sino, “voy a abrir mi corazón a Dios porque seguro que hay algo que pienso que está mal”. Por otro lado, sus emociones se ajustarán a la verdad en la que confía, y no al revés. 

Para el que vive en la presencia de Dios, la palabra es importante, porque para Dios lo es. Él creó hablando y Jesús mismo fue palabra. Hay una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Éste asume que Jesús dijera “vuestro sí sea sí, vuestro no sea no”. Por ello, cuando ve a la persona que tiene al lado, como criatura de Dios portadora de su imagen, la va a respetar. Por ello, no usa la palabra para hacer daño, ni para manipular. Tampoco permite que otros hablen mal de su prójimo o amigos. Su iniciativa es la de protegerlos.

El que está cerca de Dios sabe diferenciar entre lo que es valioso en las personas y lo que no lo es. Esto es importante, porque buscará ser influenciado por las personas que le lleven a Dios en su mente, y tratará de no admirar a quienes lo desprecian, por muy habilidosos, o buenos que sean en otros aspectos. No se pondrá bajo su influencia.

El que vive en la presencia de Dios se caracteriza por la fidelidad. Los que viven cerca de él no suelen dudar de las cosas que dice y están confiados en que las cosas en las que se compromete las llevará a cabo. Tampoco  cambia de opinión según con quien esté, buscando caer bien a todos. No es una veleta. En todo caso, que cambie de postura, o que deje de hacer algo que ha dicho que va a ser, no será por su propio bien, si lo hace es por amor a Dios y a otros.

El que vive para la presencia de Dios no utiliza el dinero para sí mismo. Su economía no se convierte en un fin, ni las personas en un medio para obtener abundancia Los demás no son un instrumento para enriquecerse. El uso que hace él del dinero se guía por los valores de responsabilidad y de generosidad.

Foto de Brett Jordan en Unsplash