Muchos son los que dicen de mí:
“No hay para él salvación en Dios.”
Salmo 3:2
La cantidad nos asusta o al menos nos impresiona. Los muchos tienen poder sobre los pocos. Tenemos ejemplos en la historia bíblica y en la historia humana en general. Por ejemplo, diez hombres tuvieron más poder que dos para inclinar a muchos a desconfiar de Dios (Números 13:25-33). En nuestra historias personales seguro que podemos encontrar esta realidad. Yo podría contar algunas mías, algunas de ellas de las cuáles me avergüenzo.
Luego que como humanos hemos sido absorbidos por la mayoría, solemos encontrar un argumento “lógico” que explique la postura que hemos tomado como correcta. Porque claro, no es posible que tantos se equivoquen. Pero si somos honestos, lo que nos ha llevado a pensar de esa forma no siempre es un razonamiento perfecto e irrefutable, sino que hemos decidido poner la confianza en los muchos (tengan o no tengan la verdad).
Algo que tenemos que admitir es que nuestro razonamiento, por mucho que confiemos en él, no es tan infalible como pensamos. Se deja llevar fácilmente por emociones y anhelos como la búsqueda de seguridad, no perder vínculos, no sentirnos rechazados o conseguir ser destacados o valorados.
Por tanto, la cuestión no es democrática, y vamos a tener que plantearnos en quién vamos a confiar, si en lo que piensan muchos o si nos planteamos otro camino. ¿En quién confiamos? ¿En las multitudes o en Dios, que es solo uno? ¿Quién tendrá razón? ¿Quién podrá ofrecernos salidas a nuestra situación humana, basada en la verdad? ¿Confiaremos en las criaturas por muchas que sean o en El Creador?
Hoy siguen existiendo muchos que dicen: No hay salvación en Dios. Yo prefiero confiar en el único Dios y poner mi confianza en que sí la hay.
Foto de Alex Block en Unsplash
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