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El mundo animalista
“Hoy en día hemos visto una nueva moda de tener un cerdo como mascota: mucha gente en televisión y en redes sociales muestra cómo este simpático animal convive su día a día en su hogar… Incluso Shakira pasea a uno de ellos en el vídeo de Chantaje con Maluma. Sin embargo, no es igual como tener un perro o un gato y es necesario hacer algunas consideraciones antes de dar este paso.
Claro está que es recomendable, como en el caso de asumir tener cualquier animal de compañía en casa, tener un Seguro para Mascotas MAPFRE que garantice la protección de nuestro amigo en cualquier situación que pueda requerir un cuidado especial.
Ciertamente, el cerdo puede ser una gran mascota en casa, siempre que se cuente con los cuidados necesarios, la educación, la alimentación y el afecto de sus dueños. Estos animales tienen la capacidad de recordar y memorizar algunas órdenes que se fijan de una mejor manera al emplear las técnicas de refuerzo positivo que han sido desarrolladas para el entrenamiento canino”.
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El caso es que si en aquél momento Jesús tuvo un problema serio porque un montón de cerdos se despeñaron al mar y murieron, hoy quizá el problema sería aún mayor. Pero con un tono de humor, realmente es una historia extraña y hay preguntas que no llego a entender del todo. Pero vamos con este texto.
Lectura
28 Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? 30 Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. 31 Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. 32 Él les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. 33 Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. 34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.
1. Introducción
- Contexto
Los textos de los capítulos 8 al 9 giran en torno al señorío de Jesús, y entre otras cosas se enfatiza cómo se le obedece a su voz. Al leproso le dice “sí quiero”, y queda sanado. A la tormenta le dice que se calme y lo hace. Al centurión le dice “ve y como creíste te sea hecho” y en versículo 16 se especifica que con su palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos.
Esta forma de actuar apuntaba a su divinidad, porque Dios mismo creó y actúa en este mundo a través de la palabra.
Que todos estos textos tienen que ver con la autoridad de Jesús también lo demuestra la reacción de las personas. Cuando Jesús termina el sermón del monte se dice que los que le escuchaban se sorprendían porque “les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los escribas” (7:28-29), y al terminar todos estos episodios de estos dos capítulos, acaba con las siguientes palabras cuando sana a un mudo endemoniado: “la gente se maravillaba, y decía: nunca se ha visto cosa semejante en Israel (9:33-34).
Todo está bajo la autoridad de Cristo: personas, enfermedad, la naturaleza, el mundo espiritual. ¿Y la maldad en sí mismo? ¿Y Satanás? ¿También le obedecerán?
- Preguntas difíciles
Cuando uno entra a mirar este pasaje, hay preguntas difíciles de contestar, que quizá en el contexto en el que sucedieron tendrían una respuesta más fácil de comprender, pero que ahora nos resultan extrañas:
- ¿Por qué accede Jesús a la petición de los demonios? En principio parece que Jesús toma una mala decisión. ¿Los podía mandar ya al abismo y así no hubiera pasado eso?
- ¿Es que Jesús no previó lo que podía suceder? ¿No le importaban a Jesús los cerdos? Vale que para los judíos eran animales inmundos, pero estaban en una región de gentiles. ¿Es que hay un significado más allá del que no entendemos con la historia de los cerdos? Realmente no puedo contestar aún esta pregunta.
- ¿Qué pasó con esos demonios una vez los cerdos murieron? Porque es difícil pensar que ellos también encontraron la muerte o su fin.
- Y ya si nos metemos en cuestiones espirituales, ¿es que los demonios no pueden vivir o coexistir con nosotros sino en algún tipo de cuerpo físico? Ya este tipo de preguntas nos llevan, bajo mi opinión, a un terreno en el que no deberíamos entrar.
Hacernos preguntas es bueno, aunque también tenemos que reconocer lo que no quiere contar el texto. Tenemos que tratar con cuidado las preguntas que nos surgen y saber dejar en lo desconocido lo que es desconocido. Es mejor sólo buscar las preguntas que nos ayudan a descubrir lo que Dios quiere para nosotros y lo que nos ayuda a vivir para él.
- Las preguntas que nos ayudan a averiguar qué cuenta realmente el texto
- Las preguntas que nos ayudan a encontrar las implicaciones que tiene para nosotros como iglesia, conociendo más a Jesús y cómo respondemos a él.
¿Qué sucede realmente aquí? Jesús se sube a una barca y se va al otro lado del mar. Ese otro lado del mar es al otro lado también del río, a una parte que es propia de tierra de gentiles. Es por eso que puede ser normal encontrar allí una piara de cerdos.
Cuando estos dos hombres se acercan a Jesús, o más bien los demonios que están en ellos, su propósito es pedirle que se vaya. No quieren que él esté allí, al tomar el control de los cerdos, los hacen caer y provocan que sea el mismo pueblo el que expulse a Jesús del lugar.
Teniendo eso en cuenta, vamos a ver ahora algunas implicaciones:
2. Déjame en paz
En dos momentos distintos de esta historia surge la reacción hacia Cristo de “déjanos en paz”. La primera son los demonios que estaban en estas dos personas. Ellos van al encuentro de Jesús, lo reconocen como El Hijo de Dios. Y le dicen que por qué van a atormentarlos antes de tiempo. No lo querían a su alrededor y creo que los demonios matan a los cerdos precisamente para provocar que echen a Jesús del lugar.
Pero no son los únicos, finalmente el pueblo que vivían alrededor también van hacia él y le dicen que se vayan, lo expulsan de la región y Jesús tiene que volver a su ciudad. Jesús colabora, es decir, deja que le echen.
Ese pueblo estaba conviviendo con unos demonios, con una fuente de maldad. Tal y como lo ponen, era una incomodidad, como mínimo para el pueblo. No sabían qué hacer con él. Según se relata en el evangelio de Marcos, intentaron hasta ponerle cadenas, pero se deshacía de ellas. Pero de alguna forma, están acostumbrados, y cuando Jesús los libera y los cerdos mueren, le echan la responsabilidad a Cristo.
Prefieren las incomodidades conocidas que lo que podía presentar la nueva realidad de tener a Cristo cerca. Prefieren la maldad a su alrededor, mientras eso les permita vivir con su economía y su tipo de vida, a vivir con la liberación de Cristo y afrontar una nueva forma de organizarse.
Me pregunto si algo parecido puede pasarnos a nosotros, incluso cuando hemos creído en Cristo. Porque seguro que cuando le dejamos acercarse, habrá cosas que nos incomoden y podamos reaccionar entonces diciéndole “déjanos en paz”. El caso es que él colabora, y tristemente en muchas ocasiones nos deja en paz. En otras no, o como realmente pasó aquí, deja algo para que en un futuro podamos repensar lo que hemos hecho.
¿Le has dicho a Cristo y al Espíritu déjame en paz? Porque tu vida se estaba revolviendo, porque te pedía o te pide una confianza en él que no estás dispuesto o dispuesta a asumir. Puede que ahora seas una persona con la que Dios está luchando e inquietando, quizá Cristo se ha acercado a ti muchas veces y reaccionas diciendo “déjame en paz”. Tienes una oportunidad de dar un paso de aparente riesgo, pero en realidad de seguridad hacia el que tiene autoridad.
¿Qué amamos más? La liberación de otras personas o nuestro propio confort. Porque esto también puede ocurrirnos, que nuestra comodidad y estilo de vida nos atraiga tanto que prevalezca sobre cualquier bien y sobre lo que Dios quiera hacer. Porque a veces lo que Dios quiere hacer parece una locura y se convierte en algo que no podemos controlar, y entonces preferimos continuar con nuestra religión. Podemos hacer las cosas de tal manera que en realidad lo que hacemos es evitar a Dios.
3. La capacidad destructiva del mal
La violencia
La maldad siempre tiene algo de destructivo. No tiene que ser necesariamente con personas endemoniadas, no tiene por qué manifestarse con tanta fuerza, pero allí donde está el mal se cuece algo que va a destruirse, como las relaciones entre personas, nuestra integridad e incluso podemos ver la propia naturaleza.
Mientras esos demonios estuvieron en esos hombres, a ellos los destruían y destruían también lo que tenían a su alrededor. Cuando fueron a los cerdos, los mataron y crearon confusión en la región.
Satanás maneja la ira. ¿Has visto a alguien dejarse llevar por la ira? En una ocasión vi a un chico gritar desbocado de ira. Nunca había visto nada igual, aquellos gritos no eran normales, con sus ojos desorbitados y la fuerza de su voz, su rostro casi explotaba. Le gritaba a una mujer pidiéndole el móvil. Me tuve que parar porque de verdad pensé que aquél chico iba a hacerle daño. Cuando me vieron parar se relajó un poco y se fueron los dos. No puedo quitarme de la cabeza esa escena.
La ira a la vez es una responsabilidad, pero también es una atadura. La ira tiene el poder no digo de que pierdas el control, sino de controlarte a ti mismo. Como dice Proverbios 29:11, “El necio da rienda suelta a toda su ira, Mas el sabio al fin la sosiega”.
Cristo también libera de eso. Dallas Willard escribió en su libro “La Divina Conspiración”, “Es que la mayoría de la gente anda con una carga de ira a cuestas”. Cuando lo leí pensé, es cierto. Uno pasea por la calle y va con cuidado, porque sabe que por cualquier cosa alguien puede saltar con ira, mostrarte una cara de enfado, responderte, despreciarte. Es una carga pesada la que llevamos, porque cualquiera de nosotros vamos cargando con ira y sólo hace falta una chispa para que salga. Cristo también quiere liberarnos de ello.
La lejanía de Dios
Pero si de verdad hay un mal que produce Satanás, es alejarnos de Dios. Fue eso lo que consiguió finalmente Satanás y lo que busca en cualquier entorno.
Jesús estaba en tierra de los gentiles, y lo expulsó de allí. ¿Qué éxito está teniendo Satanás en alejar de Dios de los lugares de nuestra vida en los que tiene que estar? ¿Qué sucede y provoca todo el tiempo para que Cristo no ocupe su lugar?
4. El Hijo y Santo de Dios
Si comparamos los textos de los evangelios, hay detalles de estos pasajes que son difíciles de conjugar. Por ejemplo, en Marcos sólo se menciona a un hombre, mientras que en Mateo son dos. Bueno, se habla de que en Marcos simplemente se menciona con el que habló, aunque estuviera acompañado.
Otra diferencia interesante es que en Mateo, como hemos leído, los demonios lo identifican como “Hijo de Dios”, pero en Marcos el título que da a Jesús es “el Santo de Dios”. Los relatos de Jesús no tienen por qué contener todos los detalles de una conversación. Seguramente todas las conversaciones fueron más extensas y de todo ello los escritores escogieron lo que entendieron que era más adecuado o más bien lo que Dios quiso que escribieran.
Veamos los dos títulos:
- Hijo de Dios.
Es el título más conocido de los dos. En Mateo no es la primera vez que aparece. Cuando Jesús se bautiza y recibe el Espíritu se escuchó una voz que decía “Tú eres mi hijo amado”. En las tentaciones, Satanás ataca a su identidad con su padre: “Si eres hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en pan” (es curioso que Satanás sepa que si ocurría el milagro era por su palabra “di”), o también le dice “Si eres hijo de Dios, échate abajo para que te recojan los ángeles”. Aquí nuevamente son seres malignos quienes reconoce quién es Jesús.
- Santo de Dios.
Esta expresión aparece sólo dos veces en el Nuevo Testamento relacionada con Jesús. Una es aquí y la otra en Juan 6:68-69, ahí es Pedro el que reconoce que Cristo es el Santo de Israel. Los que usamos la REina Valera en realidad tenemos escrito “El hijo del Dios viviente”, porque en manuscritos está escrito eso, pero realmente en los más fiables y antiguos dicen que las palabras que usa Pedro es “El Santo de Israel”.
¿Por qué el Santo de Dios? Ese título apunta al libro de Isaías, donde encontramos que Dios es Santo, Santo, Santo y en el que a Dios se le llama “El Santo de Israel en varias ocasiones (Is 1:4; 12:6; 41:14).
Ambos títulos son un reconocimiento de quién es Jesús, Dios mismo, y cuál es su señorío. No sólo la naturaleza y la enfermedad le hacía caso, sino que el mismo mal le reconocía que tenía autoridad. De hecho lo que hacen es pedirle permiso.
Esto me ha hecho pensar. ¿Vivimos conscientes de la oportunidad de pedirle permiso a Dios y a Cristo? En el primer relato de esta sección un leproso le dice “si quieres, puedes limpiarme”, y creo que no sólo es una expresión de la capacidad que tenía Cristo, sino de voluntades. El hombre reconoce la libertad que tiene Cristo para decidir hacerlo o no, y el hombre le dice que él también le da permiso para hacerlo.
Pensábamos si tratamos como Jesús como a alguien a quien pedirle permiso. Claro que tenemos ciertas decisiones que hacemos casi de forma mecánica y que sabemos que estamos dentro de su voluntad y no tenemos que consultar. Pero me refiero a la disposición de nuestra vida en general, ¿vivimos como personas que nos sabemos sometidas a Dios o en nuestras peticiones y forma de vida expresamos más bien que es él quien debe adaptarse a nosotros?
A fin de cuentas él no vive para nosotros, somos nosotros los que vivimos para él. En plena confianza de que nos ama, pero vivimos para él.
5. La presencia de Jesús que quedó
Finalmente Jesús se va, pero no quedó todo ahí. Vamos a ver cómo termina Marcos el pasajes:
Marcos 5:18-20
18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. 19 Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. 20 Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
Nuevamente Jesús se muestra con autoridad, no le permite al hombre ir con él. Sus razones tendría, pero puede que entre ellas es que precisamente tenía que quedarse para hablar de la experiencia y del encuentro que él había tenido con Dios.
Algo de Cristo quedó en aquél lugar, una semilla que seguro que en su momento dio fruto.
6. Conclusiones
1. Hagamos un examen de conciencia. ¿Prefiero mi comodidad y control, tolerando incluso el mal que más o menos conocemos, que el hecho de que él irrumpa en mi vida y lo ponga todo vuelta del revés? La vida en Cristo consiste a fin de cuentas en dejar de confiar en nosotros y hacerlo en él. De dejar de pensar que yo sé cómo gobernar mis asuntos y darle paso a que él lo haga.
2. Esto tiene que ver con la autoridad de Cristo. Reconocer la autoridad de Cristo no está en contra de aceptar y recibir su amor. Es precisamente reconocer que él conoce mejor que yo cómo debo vivir la vida y cómo debemos vivirla como iglesia. Entonces vivimos, en vez de corrigiendo a todo el mundo para que haga las cosas según creemos nosotros, sometiéndonos y buscando lo que él quiere en este momento por amor a él y a la iglesia.
3. Examen de conciencia para reconocer qué ira está dentro de nosotros. ¿Notamos esa incomodidad emocional que nos hace estar alerta y a la defensiva, y reaccionando en contra de las otras personas? ¿Notamos esa carga hacia nuestros hijos, nuestros padres, alguno de nuestros hermanos en la iglesia, hacia compañeros de trabajo, jefes o subordinados? Esa ira y enojo se puede convertir en una esclavitud que no podemos abandonar por nosotros mismos. Es necesario ir a Cristo y dejar que él nos ayude a liberarnos de ella. Ve el camino de muerte y resurrección de Cristo y pide ayuda para ir por él.
4. Somos y dejamos semillas del evangelio allí donde vayamos. Puede que recibamos rechazo, pero una semilla brota cuando uno no se da cuenta. Hablemos de la experiencia que hemos tenido de nuestro encuentro con Cristo.
Foto de Joshua Burdick en Unsplash
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