¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo?

Mateo 7:3

El mal uso de este texto

Esta es una enseñanza de Jesús sencilla de entender. Sin embargo, soy capaz de usarla en sentido contrario. Él me está invitando a examinarme antes de juzgar, pero yo puedo usar sus palabras precisamente para evitar hacerlo y devolver un juicio. 

Cada vez que alguien viene a hablar conmigo a señalarme un pecado, debilidad o error, mi reacción habitual puede ser la de pensar o decir: “pues tú también, tú más, mírate primero a ti”, etc. Tomando su instrucción de no juzgar ligeramente, llego a pensar: ¿y quién es él para hacerlo conmigo si no se ha quitado su propia viga de su ojo? Le señalo a él porque creo que lo que tengo yo es una astilla. Haciendo eso, aplico este texto de una forma inapropiada, poco constructiva y convirtiéndome yo en el juez.

El autoexamen del que juzga

Pero lo que desea Jesús es que si voy a emitir un juicio, que me examine a mí mismo primero. Es ese el énfasis: que yo piense en qué pasaría si usara los criterios con los que voy a otra persona y los aplico a mí persona. Quizá encuentro que soy aún más culpable.

Insisto, Jesús enseñó esto para animarme a examinarme a mí mismo y no precisamente para lo contrario, evitar pensar en lo que estoy haciendo mal. Esto no es un escudo. Es todo lo contrario, una herramienta para que pueda penetrar en mí.

Jesús pone a mi disposición una forma más de descubrirme y reconocer mi insuficiencia moral. Cuando miro a los demás, y valoro que no está bien (puede que esté en lo correcto o no), tengo la oportunidad de hurgar dentro de mí y preguntarme: ¿y qué pasa conmigo? Haciendo eso quizá puedo ser más prudente a la hora de afirmar si está bien o no, puedo comprender a la otra persona, puedo acercarme con una disposición adecuada y puedo ponerle el brazo en el hombro y decirle, ¿nos ayudamos?

El auto examen del que es reprendido

Pero entonces, ¿qué pasa si alguien con un tronco en su ojo viene a mí a decirme que tengo una astilla? Pues, si es cierto que tengo una pequeña astilla, y que yo vea con más claridad que él, eso no me exime de prestarle atención a mi problema. El principio sigue vigente: “examínate”. Rechazo escudarme. Que exista su tronco no significa que no exista mi astilla. De hecho, puede que al final me de cuenta de que es una viga lo que yo tengo y no es tan pequeña como pensaba.

Otra cosa será que por el bien del otro, después de hablar de mi astilla o viga con honestidad, también le haga notar que él puede examinar su propio ojo. Y es que, reconozcámoslo, todos tenemos algo metido en los ojos.

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