1. Introducción a los estudios

Aunque no lo vamos a ve ahora, Joel es conocido porque es el profeta que anticipa el día de Pentecostés, hablando de lo que haría el Espíritu.

Lo que vamos a hacer es viendo diferentes secciones, bloques de versículos (serán cinco estudios). Mientras vamos avanzando en el libro iremos reflexionando de qué manera este libro apunta y habla de Cristo.

2. Introducción al libro de Joel

Es de los profetas más difíciles de ubicar. No se sabe exactamente la fecha en la que se compuso. Si bien, los comentaristas más conservadores cree que fue uno de los primeros profetas, por la época de Isaías, es decir antes de que el reino del Norte fuera destruido. Pero nunca se puede hablar con seguridad sobre esto.

Tampoco sabemos mucho de quién era Joel, no se menciona nada de él en el libro, ni fuera de él. Así que simplemente sabemos su nombre, que significa algo así como “Jehová es Dios” o “cuyo Dios es Jehová”. 

También sabemos el nombre de su padre, Petuel, pero esto no nos dice nada. Yo tampoco me aventuraría a decir que los significados de estos dos nombres tengan algo que ver con el contenido del libro.

3. La palabra hablada (Joel 1:2-3)

1 Palabra de Jehová que vino a Joel, hijo de Petuel.

2 Oíd esto, ancianos, y escuchad, todos los moradores de la tierra. ¿Ha acontecido esto en vuestros días, o en los días de vuestros padres? 3 De esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación. 

Hoy en día tenemos literatura escrita, en audio o por vídeo. Las historias las leemos, las escuchamos por radio o podcast, o lo más recuente, las vemos en imágenes, ya sea por la televisión tradicional o por internet. Contar historias se ha quedado para los niños y para un pequeño grupo de personas que a veces va a escuchar cuentos en algún encuentro específico que se haga.

Creo que la palabra dicha por otra persona tiene que recobrar valor, y sobre todo cuando contamos lo que Dios ha hecho en nosotros, que no son cuentos, que son verdades. 

Una y otra vez se nos dice en las escrituras de contar las maravillas de Dios. Esto significa contar de la naturaleza, contar de la historia de Israel, contar sobre todo quién es Cristo y lo que hizo por nosotros. Contarlo una y otra vez y sorprendernos por ello. 

En este caso, lo que se contaría sería el juicio de Dios. Es parte también de su historia. Ha habido juicio, lo hay hoy seguro y lo habrá de una forma definitiva, y eso es parte de las maravillas de Dios, de las cosas que le darán gloria. 

El profeta nos anima a tratar de ver en lo que sucede en el mundo y en nuestro alrededor a la mano de Dios. Esto no es fácil. Los discípulos de Jesús le preguntaron cosas y Cristo mismo dijo que hay cosas que no sabemos. Pero aunque no entendamos, tenemos que confiar en que Dios está en todo lo que sucede. En ocasiones, con el tiempo, tenemos algo de luz y podemos ver que Dios nos había acompañado en nuestra vida, en ocasiones lo podremos ver después que estemos con él. 

Pero en las cosas que vamos viendo, contemos a otros lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Incluyamos a Dios al contar nuestras historias y la de nuestros padres.

4. La plaga y su valor teológico (Joel 1:4-6)

4 Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado.

5 Despertad, borrachos, y llorad; gemid, todos los que bebéis vino, a causa del mosto, porque os es quitado de vuestra boca. 6 Porque pueblo fuerte e innumerable subió a mi tierra; sus dientes son dientes de león, y sus muelas, muelas de león. 7 Asoló mi vid, y descortezó mi higuera; del todo la desnudó y derribó; sus ramas quedaron blancas.

* Las plagas

El profeta menciona diferentes especies. No es fácil traducir estas palabras del hebreo, se sabe que se refiere a insectos, pero con el paso del tiempo no se sabe si son distintas facetas del desarrollo del mismo insecto, o que quizá está hablando de distintas especies de langostas según su procedencia.

Algunos discuten si en realidad se anunciaba una plaga como un ejército o si era al revés, se anunciaba la llegada de un ejército como una plaga. La mayoría piensa que lo que sufrió el pueblo en aquél momento fue una plaga, aunque no se puede localizar en el tiempo. A lo largo de la historia han ocurrido plagas como estas y no quedan necesariamente registradas en la historia.

Las plagas están asociadas al juicio de Dios: Deuteronomio 28 es un pasaje en el que Dios dice a su pueblo lo que pasaría cuando le abandonasen: “Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. 39 Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá. 40 Tendrás olivos en todo tu territorio, mas no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá” (v.38-40). Menciona los mismos elementos que se mencionan en este texto: el vino, el grano y el aceite.

En la historia de Israel vemos que las 10 plagas que surgieron en Egipto afectaron a 10 de los dioses de Egipto, es probable que a los que se consideraban más poderosos en aquellos tiempos. Dios fue demostrando que uno tras otro, aquellos dioses no tenían ningún poder, ni sus sacerdotes.

Las plagas, por tanto son una muestra del juicio de Dios y una muestra de que aquellas cosas en las que hemos puesto nuestra confianza finalmente no tienen poder, que todo viene de Dios a quien tenemos que mostrar agradecimiento y obediencia.

La plaga es juicio, pero juicio que puede llevar también implícita la misericordia, porque el borracho sin vino, el labrador sin fruto y el sacerdote sin ofrenda, se dan cuenta de que han sido desposeídos de toda confianza y es la oportunidad que tienen de regresar a Dios y reconstruir sus vidas.

* ¿De quién son las viñas? (v.7)

Hay un matiz muy interesante en el texto. Cuando vemos el juicio de Dios podemos llegar a pensar que Dios es indiferente a las pérdidas. Que él quita lo que tenemos, una plaga lo destruye y lo hace tan feliz.

Pero Dios dice que la plaga destruyó su viña y su higuera. Y aunque eso ya no está explícito, destruyó su propio pueblo. Tenemos que pensar que  en otros textos, como Isaías 5, a Israel se le considera como una viña, a la que Dios cuida e intenta que de fruto.

Dios no se queda impasible cuando su pueblo sufre, aunque sea por su la culpa y responsabilidad del propio pueblo, aunque sea Dios mismo quien lleve a cabo su juicio. No sólo el pueblo sufre pérdidas, esas pérdidas también son asumidas por Dios. Esto es raíz del evangelio, porque en la muerte de Jesús Dios asume toda la pérdida de nuestro pecado hasta lo más alto. Él “perdió” más que nosotros, para ganar aún más. Pero tenemos que aprender a ver a Dios no como un juez despiadado, sino como uno que con nuestras pérdidas él también pierde.

5. Las cosas que perdieron (Joel 1:8-12)

8 Llora tú como joven vestida de cilicio por el marido de su juventud. 9 Desapareció de la casa de Jehová la ofrenda y la libación; los sacerdotes ministros de Jehová están de duelo. 10 El campo está asolado, se enlutó la tierra; porque el trigo fue destruido, se secó el mosto, se perdió el aceite.

11 Confundíos, labradores; gemid, viñeros, por el trigo y la cebada, porque se perdió la mies del campo. 12 La vid está seca, y pereció la higuera; el granado también, la palmera y el manzano; todos los árboles del campo se secaron, por lo cual se extinguió el gozo de los hijos de los hombres.

* El vino, el grano y el aceite (v.10)

Son los elementos básicos de su alimentación, su trabajo y sus fiestas. Su vida giraba en torno a estos elementos, y evidentemente la vida dependía de ellos.

Estos tres elementos se mencionan juntos en varias ocasiones. Por ejemplo, en el Salmo 104:14-15 vemos que tenían que tener presente que era Dios mismo que de forma continua les bendecía. Todo el salmo 104 es una bendición a Dios por la obra en la naturaleza: “Él hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra, Y el vino que alegra el corazón del hombre,

El aceite que hace brillar el rostro,Y el pan que sustenta la vida del hombre”.

El profeta Oseas, reconoce lo que sucede con estas cosas, que por un lado no entiende que Dios lo ha dado, y por otro lado, las ofrece a otro Dios: Oseas 2:8. “Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal”.

En tercer lugar, Israel tenía que recordar, que si se alejaba de su Dios, estas tres cosas le iban a faltar: “Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá. Tendrás olivos en todo tu territorio, mas no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá” (Deuteronomio 28:38-40)

* Borrachos, sacerdotes y los labradores

En el pasaje se nombran tres tipos de personas, los borrachos (v.5), los sacerdotes (v.8) y los labradores (v.11). Los tres participan en el uso de la vid, el grano y el aceite, pero de diferente manera.

Los primeros que aparecen son los borrachos. Los borrachos son aquellos que se embriagan, se esclavizan, se vuelven adictos y se dejan dominar por algo bueno que da Dios. El alcohol, la comida y cualquier cosa que producimos se convierte en un Dios y nos volvemos esclavos de ello.

Los labradores son los que producen, los que trabajan y viven del sustento de la tierra y quienes lo comercian para otros. Su peligro no está en el consumo, sino en creer que todo lo que tienen viene de su propio esfuerzo y que depende exclusivamente de ellos y no de la bondad de Dios que hace que la tierra de fruto. A ellos también les afecta la plaga, su trabajo es en vano, su esfuerzo no ha servido para nada, otros lo han aprovechado.

En tercer lugar los sacerdotes. Ellos recibían las primicias, lo primero que se cosechaba. También recibían de los animales, pero es que los animales mueren (v.18). En definitiva ellos no podían ofrecer nada, el culto a Dios se había quedado reducido al mínimo y a la insignificancia, un culto que dependía totalmente de estas ofrendas.

* La fiesta y la alegría (v.12)

En definitiva, la alegría había desaparecido, ya no había razón para festejar. Joel habla de tres momentos de festividad o celebración. Menciona en primer lugar las bodas (v.8), la cosecha (v.11) y las celebraciones religiosas (9, 13 y 16). Sin embargo, el tono es que ya no hay alegría, porque no hay ni bodas, ni cosecha, ni ofrendas. Todo se acaba y afecta a la celebración. Celebrara bodas no tiene sentido, porque no se puede hacer un banquete, y nadie va a recoger lo que no ha dado fruto, y por tanto nadie va a ofrendar nada.  Ni siquiera animales que mueren porque tampoco tienen de comer.

La tristeza, el lloro, el clamor, la queja son los sonidos que se escuchan en vez de la risa y la alegría.

Hay una cosa que me gustaría remarcar. Las celebraciones son el fruto de la alegría y no al revés. Como no hay fuente de gozo, la celebración carece de sentido. Hoy en día se celebra para intentar provocar alegría. En estos momentos algunos tienen risa de forma temporal, que no bienestar. Otros lo que consiguen es simplemente olvidar el dolor, a través de alcohol, droga, o simplemente de la superficialidad se aturden para sobrellevar la vida.

La celebración tiene que venir como fruto de la alegría y no alrevés. Al revés nunca funciona, es un parche. Teniendo en cuenta estas tres fiestas, podemos pensar el origen de esta alegría:

  1. La generosidad de Dios y por tanto del agradecimiento. También lo podemos considerar como el contentamiento. Reconocer que nada nos falta, sino que todo lo hemos recibido. Cuando no disfrutamos lo recibido, ansiamos otras cosas y nunca nos saciamos. Al vivir agradecido el gozo permanece en nosotros, es una parte de vivir por gracia. 
  2. Por las relaciones y la intimidad. De eso nos habla un poco la boda. La boda no se celebra para traer alegría, la alegría de los novios y las familias viene de antes, con todo lo que implica esa boda de relaciones íntimas, del nacimiento de una nueva familia. La boda es expresión de amor.
  3. De la presencia de Dios, que es lo que uno disfruta en los encuentros de su pueblo, en los que uno entrega lo que tiene y lo que es a Dios mismo.

6. El arrepentimiento (Joel 1:13-14)

13 Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios; porque quitada es de la casa de vuestro Dios la ofrenda y la libación.

14 Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.

a. No se puede forzar la alegría

Cuando hay una situación de crisis, una posible reacción es ignorarla y vivir como si no pasara nada. Tratamos de forzar que todo va bien, como mencionamos, hacemos fiesta para producir alegría y evitamos afrontar con sinceridad lo que no es está sucediendo.

Esto implica que en vez de volvernos hacia Dios, nos alejamos de él. Es verdad que no toda situación de dolor tiene que provenir de nuestro pecado, no siempre es así. Pero sea como sea, la primera reacción es dirigirnos hacia Dios.

El lamento, el dolor y el ayuno son expresiones de dependencia de Dios. El ayuno implica precisamente de que reconocemos que no queremos que otras cosas sustituyan a Dios y por un tiempo suspendemos el alimento como muestra a Dios de su dependencia y también porque esto nos hace reflexionar y volver a colocar las cosas en su sitio, nos hace reflexionar si nos hemos alejado o no de Dios confiando en otras cosas. Cuando ya no queda nada, entonces solo quedar recurrir a él.

b. La responsabilidad mutua

El texto llama a convocar a todo el pueblo. ¿Todos habían hecho lo mismo? Probablemente no. Seguramente habría personas que buscaban a Dios sinceramente, aunque fueran pocas. Algunos podríamos decir: esto no es por mi culpa. Pero en el fondo, tenemos que sentirnos parte del pueblo, en lo bueno y en lo malo.

Y cuando celebramos, celebramos juntos. Cuando lloramos, lo hacemos también juntos y también ayunamos juntos y pedimos misericordia juntos. Si hay algo que tratar porque nos afecta a todos, llamamos a todos los que podamos y clamamos juntos a Dios

7. Conclusiones

Dios desea el bien para su pueblo. Dios es un Dios de fiesta y alegría. De hecho lo que se desprende es que alejados de Dios, la fiesta carece de sentido, deja de ser alegre, se convierte en algo vacío. 

En vez de que la fiesta sea una respuesta interior, que se celebre por un motivo, se hace fiesta tratando de producir la alegría y eso no funciona. Produce como mucho la embriaguez de cualquier cosa: alcohol, sexo, burla, baile, música. Todo superficial, insuficiente e incluso dañino.

Cristo redime todo en la vida, también redime la fiesta y la alegría que en él se mostraba.