12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. 13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. 14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. 15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey.
Daniel 1:12
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La dieta de Daniel
Daniel y sus amigos tomaron una decisión de confianza. En vez de alimentarse con la dieta babilónica, prefirieron una alternativa que se ajustara a su identidad como hebreos. Vivir en aquél lugar era irremediable, pero no quisieron romper con aquellas cosas que les importaban, como el tipo de comida de la que se alimentaban. Así que confiaron en que Dios les supliría.
Para los babilonios, sus productos no eran de mala calidad. A Daniel y a sus tres amigos le ofrecieron de lo bueno que había. Es cierto que también buscaban que se adaptaran a su cultura, pero además querían que sus esclavos fueran personas sanas e inteligentes para hacer las labores a las que les tenían destinados. Pero Daniel pide una prueba: danos verduras y veremos a ver lo que pasa.
La dieta del entretenimiento
La Biblia no es un manual dietético. Pudiera ser que la mejora de estos cuatro hombres fuese por el tipo de alimentación. Pero no debemos desechar que una parte importante de su buen estado viniese de Dios mismo. No quiero hacer de este artículo un ataque o una defensa de un tipo de alimentación, sino plantear el acto de confianza de no “conformarse” con aquel mundo en el que les tocó vivir y probar a las alternativas que están a favor poner la confianza en Dios (Romanos 12:1-2).
La pregunta que me hago es la siguiente: ¿quién dice que esta sociedad actual sabe lo que nos conviene como seres humanos y más aún como siervos de Dios? No sólo en alimentación, sino en formación, en sabiduría, en cómo cuidamos el cuerpo, en la procedencia de la felicidad. Nuestra sociedad nos propone: así y así se vive plenamente. A lo que quizá en muchas de sus propuestas deberíamos reflexionar: ¿tiene razón? ¿Y si las ponemos a prueba y le damos una posibilidad a que Dios provea?
Por ejemplo, ¿cuál es la mejor forma de invertir en nuestro descanso? Una de las cosas que según esta sociedad debemos hacer es sentarnos a ver una serie, o cientos de minivídeos, o ver fotos de lo que hacen los demás, etc. Parece que ese es el camino para tener felicidad y descanso. ¿Y si las ponemos a prueba? ¿Hay alguna otra manera en la que el reposo, la salud e incluso la satisfacción sean mejores en comparación? Y no me refiero a que todo nuestro descanso lo dediquemos a la lectura bíblica y a la oración, que también, sino quizá a contemplar un jardín, a una buena conversación, un paseo con amigos, escribir lo que ha pasado en el día, manipular con nuestras manos un objeto (puzles, legos, madera), escuchar música sin hacer otra cosa, permanecer en silencio unas horas solo o acompañado.
El entretenimiento no es malo en sí mismo, pero parece que no es la mejor opción ni para descansar ni para aportar satisfacción. Y es tan sólo un factor de las cosas a las que se nos invita en este mundo. Es probable que tengamos que hacernos la pregunta en más aspectos de nuestra vida. Cristo también hizo este planteamiento, e incluso animó a sus discípulos a que se cuestionaran los rituales religiosos que imperaban en su época (Mateo 16:6, 23:2-3 y otros).
¿Te pondrás a prueba? ¿Con qué podrás empezar?
Foto de Alicia Christin Gerald en Unsplash
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