Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré: 
que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, 
para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su Templo.
Salmo 27:4 (RV1995)

Pedir y buscar

Dios no se muestra favorable a los perezosos. El libro de Proverbios nos lo resalta continuamente. De hecho, Él ha diseñado la vida para que funcione cuando nos mostramos activos y diligentes.

Por eso, cuando nos quiere enseñar la dependencia que tenemos de él, en cualquier aspecto de la vida, nos dice que pidamos, pero también que busquemos. Jesús unió estos verbos como una realidad conjunta: “pedid y se os dará; buscad y hallaréis”. Parece que recibir algo de Dios no viene desde la pasividad, sino en el movimiento.

Pidiendo la belleza y presencia de Dios para contemplarla

El salmista lo tiene presente, por un lado pide a Dios el poder estar diariamente en su casa, que para David significaba seguramente ir al tabernáculo o allí donde estuviera el arca. Pero también se compromete a buscar.

¿Buscar qué? Una vez que está en el lugar deseado, ¿qué es lo que tiene que encontrar? El lugar no garantiza nada. Aún allí necesita buscar para recibir. ¿Qué cosa? los versículos siguientes nos dan la respuesta: 

Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro.
Tu rostro buscaré, oh Jehová
No escondas tu rostro de mí.

Lo que buscamos, o mejor dicho, a quien buscamos, es a él. Para mirarnos y disfrutar de la belleza.

Dos ideas finales

  1. Parte del disfrute de la presencia de Dios es pedirla. Es algo que se nos concede y puede convertirse en un clamor constante para nosotros. Para Dios será una expresión del deseo que tenemos de él. Pero parte es buscarla en oración y adoración (Juan 4).
  1. El contexto del salmo es la manifestación de la confianza en Dios. Ello me hace pensar en que la contemplación de la belleza de Dios es un buen ejercicio para fortalecer nuestra fe en la seguridad que tenemos en él.

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