Oh Dios, sálvame por tu nombre,
Y con tu poder defiéndeme.
Salmo 54:1
En este salmo, David ancla su petición en dos características de Dios. La primera está en este primer versículo: “Sálvame por tu nombre”. La segunda, en el quinto, “por tu verdad” (Reina Valera) o “por tu fidelidad” (Nueva Traducción Internacional). Realmente ambas ideas apuntan a una cualidad de Dios, al de su compromiso personal con su creación y con quienes sí le tienen en cuenta. De ahí que también se recoja su nombre “YHVH” (v.6), que significa “yo soy el que soy”, el Dios estable, autosuficiente y determinado a llevar sus planes adelante.
Además, en la salvación de David está implicado su nombre. Lo que implica que su honor está mezclado con ser fiel y verdadero ante los problemas que afrontan cada uno de sus siervos.
Esta afirmación es trascendente para nosotros, porque David nos recuerda que debemos estar consciente de que lo que está sucediendo trasciende a nuestra persona. En lo que nos pasa está en juego la propia persona de Dios. Eso nos puede dar esperanza, y nos impulsa a reconocer que al final, nosotros mismos también daremos gloria al Dios que nos rescata (v.6).
Foto de Graham Smith en Unsplash
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