Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
Mateo 7:13-14

Ajustando conceptos

En base a estas palabras, quizá hayamos entendido algo mal. Jesús no está hablando que el seguirle implica menos posibilidades de vida. Sin embargo, de alguna manera, tal vez por comprender mal este texto, hemos llegado a pensar que  hacer el bien estrecha nuestras posibilidades de elección. Por ello, puede que nos quede como un resquemor por seguir a Dios y abandonar todo lo que se podría hacer si viviéramos en un camino amplio. Como si a donde Dios nos quiere llevar es a un camino ya trazado, por lo que a nosotros nos queda nada más que averiguar qué cosas tenemos que hacer. Eso no nos suena a mucha libertad. Y eso nos lleva a que hayamos relegado el concepto de libertad tan sólo a no estar presos del pecado, aunque por supuesto lo incluye.

Para responder a esta idea que creo errónea, empecemos por tener en cuenta que en este pasaje, Jesús no está hablando de libertad, sino de las posibilidades de encontrar un camino y una puerta que para muchos está oculta y no es fácil de ver por ser poco evidente1.

Un mundo lleno de oportunidades

Emil Brunner escribió en uno de sus libros: “al hablar de libertad cometemos generalmente un error. La equivocación consiste en considerarla como una liberación de lo que nos oprime, en lugar de ver en ella una fuente de posibilidades”.2

Creo que tenemos arraigada en nuestro interior la idea de que la vida cristiana es un cinturón de restricciones y no al revés, es decir, una fuente de posibilidades y espacio en la que movernos. Dios tiene para nosotros menos limitaciones y muchas más oportunidades. 

Quizás podemos entenderlo al tener en cuenta que de todas las cosas que ofrece Satanás, como nos enseña C.S. Lewis3, realmente él no ha inventado nada nuevo. El mal es hacer las cosas que cada ser humano puede hacer en su vida diaria pero de forma egoísta y dañina. Es usar el cuerpo, el espíritu, las palabras y el tiempo para sí mismo. No es que tenga más opciones, es que se escoge a sí mismo en vez de amar al prójimo y también que actúa con el peso de la maldad de la que no puede zafarse. En contraste, lo que Dios desea para nosotros es que todo lo que emprendamos lo hagamos con la intención de extender el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Ahí radica la diferencia. A partir de ahí, se nos extiende todo un mundo por explorar.

Realmente podríamos reducir toda la actividad humana a una lista de necesidades e impulsos hacia la vida, como el producir (trabajo), la creación (arte), el placer (sexualidad, comida y otros), las relaciones personales con sus conversaciones, el juego y el reposo, etc. Todo ello puede vivirse dentro del camino de Dios o alejado de él. Realmente hacerlo junto con Jesús ofrece muchas más posibilidades de experimentar la belleza y la vida abundante (Juan 10:10).

Satanás es el padre de las mentiras. Y entre ellas nos ha metido ésta en la cabeza: “¿Te dejarás atar por Dios?”. Pero la verdad de Cristo nos hará libres (Juan 8:31-32).

Foto de frank mckenna en Unsplash

  1. https://teologiayvida.org/un-camino-dificil-de-encontrar/ ↩︎
  2.  Emil Brunner. Nuestra fe. ↩︎
  3. Cartas del Diablo a Su Sobrino, C.S. Lewis ↩︎