¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión.
Oseas 11:8
Contenidos
Airados y distanciados
Las relaciones son complejas. Por ello, en los muchos encuentros que tenemos con los demás son habituales las diferencias que producen roces. Una vez que se inicia en nosotros el enfado en cualquiera de sus grados, desde el disgusto a la ira, sucede que, o nos responsabilizamos de la situación o nos distanciamos unos de otros.
El distanciamiento es una actitud frecuente que nos permite vivir medianamente en paz con los demás. No tiene por qué ser la mejor solución, pero conseguimos que no nos hagamos más daño unos a otros. Aunque, poner tierra por medio, siempre deja alguna secuela.
Responsabilizarse o hacerse cargo es la alternativa y puede significar dos cosas: O buscamos restablecer la justicia (la que nosotros creemos) o hacemos lo posible por reconciliarnos. En ambas situaciones, tomamos cartas en el asunto, nos hacemos responsables, no necesariamente de la forma correcta, pero actuamos.
Dios está afectado por nuestra situación
Cuando pensamos en Dios, y le vemos responder con lo que él dice que es justicia y que a nosotros nos parece destrucción descontrolada, en realidad lo que podemos constatar es que Dios siempre se ha responsabilizado de su creación. Lo que nunca ha hecho, y es quizá lo que como humanos hubiéramos querido, es que nos dejase tranquilos, “a nuestra bola”. Mirando cómo ha intervenido en la historia de Israel, puede que en ocasiones pasasen épocas en las que Dios deja al hombre hacer lo que le viniera en gana, pero finalmente siempre interviene.
El caso es que cuando Dios se responsabiliza de su creación, incluyendo hacer justicia por nuestros actos, puede ser que nos desagrade, y entonces pretendemos decirle, ¿y tú quién eres para que te metas en nuestros asuntos? (Salmo 2:3). En ocasiones preferiríamos a un Dios que no sea tan santo o tan responsable.
Es curioso que el profeta Oseas muestra a Dios debatiéndose en cómo responder ante la maldad de su pueblo. A la vez que está afectado por la rebelión de los israelitas y tiene que actuar con justicia (10:10-11), también desea mostrar misericordia y se resiste a destruirlos por su maldad (11:8-9).
La cruz de Cristo y su responsabilidad
Cuando en el seno del Dios trino se actúa enviando a Jesús, vemos también aquí al Dios responsable y con su muerte y resurrección abre una salida. La cruz de Cristo es el acto de mayor responsabilidad que Dios hace frente a nosotros. Tan responsable que asumió la solución en sí mismo. Aunque él nunca ha sido culpable de nada, se hizo responsable de lo que nosotros provocamos.
Consecuencias prácticas
Todo esto me ha hecho reflexionar en dos cosas. En primer lugar, una vez más, el asombro ante lo que significa la cruz como actitud activa por parte de Dios de asumir el problema humano como algo suyo. Dios no toma la vía de la evasión. Su amor e interés por nosotros le lleva a actuar.
Por otro lado, nos ofrece reflexionar sobre una forma distinta, pero a su vez responsable de resolver nuestros conflictos o dificultades. La oferta no es un camino sencillo, pero es una oportunidad para romper con el distanciamiento y la venganza, y proponer vías de reconstrucción y redención.
La encarnación (entrar en el mundo del otro), la vida de entrega (vivir para el otro), la muerte (renuncia de uno mismo como camino de redención) y la resurrección (que nos da esperanza de una victoria final dada por Dios mismo), son elementos vitales que nos impulsan a responsabilizarnos de las situaciones en la medida que Dios nos permita hacerlo con sabiduría.
Foto de Nadine Shaabana en Unsplash
Gracias por tu ministerio.